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sábado, 23 de diciembre de 2017

Recuerdos de un suspiro.


Recuerdos de un suspiro

Respirar, ya no sé qué es respirar.
Hace tiempo se me olvidó,
entre las mantas de un domingo flojo,
relegadas a ser sofá.
De veras, se me olvidó.
Aprendí  sin verlo, y no lo volví a encontrar.
Y ahora me he vuelto loco,
buscando el tramo que habitar,
abriendo la puerta para desaparecer del vientre,
 viendo la llave y sin mirar atrás.
Volví al árbol que miró mis pasos,
los primeros que me hicieron dar,
los segundos que olvidaron prosas,
y pasaron a olvidar mi hogar.
Entonces viajó una hoja,
seca y muda me invitó a caminar:
« ¡Abre los ojos! » Me dijo plana y muda,
pues todavía no me atrevía a mirar.
« ¡Mira por dónde vas, tranquilo! »
El Mirlo blanco me espetó al volar.
Abrí los ojos por un momento,
y conseguí  sin miedo dos pasos dar.
« ¡Ven conmigo que te muestro lo que vivimos! »
El mendigo me incitó a andar.
Entre cartones de vino tinto,
un loco ciego me insistió a mirar.
« ¡Ves las nubes son negras y verdes! »
Me quería sin razón equivocar.
« ¡Eso no es así, amigo mío! »
Le solté con descaro al rechistar.
« ¡No soy capaz de ver los colores señor, pero si siento y eso vale más! »
Dijo el ciego, con la sonrisa de un holgazán.
« ¿Pero y de dónde sacas los colores? »
Sorprendido, sonreí sin piedad.
Me sentía extraño, por hacerme dudar.
«Es así como yo lo veo »
Comentó y comenzó a entonar:
…El negro de la lluvia me dura más,
el verde que el Sol me tapa,
me alegra cuando un rayo me quiere atravesar.
Igual que el rojo de las marismas,
que me quieren intentar ahogar.
O el amarillo de los gatos pardos en Luna llena,
que en noches oscuras, me vienen a alimentar.
Es igual el pincel que pintan,
tus ojos al salir de tu portal,
lo importante es el color que pongas,
en tu interior a las cosas de verdad.
Para mí todo es oscuridad, y necesito mil brochas más,
en las noches de Luna seca,
en las noches de mil tronar.
Por las largas y duras aceras,
un duende verde me viene a acompañar,
En las mañanas frías de cruel escarcha,
Una dama blanca me sonríe sin cesar.
Es así como pasó el tiempo,
sin poderlo tocar, sin poder cambiar.
Soy un viejo loco, que aprendió a caminar,
desnudando los tejidos de entre las horas,
que por fin, consiguió respirar.
Pues ahora tenía miedo,
no sabía con qué color mirar,
a aquel pobre empachado de luz sin plata
que alumbró mi día y me dejó pensar.
¿Sería torpe si no lo intentase?,
¿Si no corriese y comenzase a gritar?
El Mirlo blanco me dio el sí quiero,
las hojas secas se entendieron al volar.
Comencé a correr por cielos,
medio grises y a medio pintar.
El ciego sonrió y le dije:
« Gracias por ser tan sano,
gracias por ayudarme a respirar ».





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